Zaragoza, mi ciudad

Zaragoza, mi ciudad, no es ni grande ni pequeña

Zaragoza, mi ciudad, no es ni grande ni pequeña, sino todo lo contrario. Te da la sensación que cabe en la palma de tu mano y sin embargo necesitas varios días, semanas o años para poder conocerla en todos sus matices. Es la eterna ciudad paseable, que en las mañanas de los escasos días de primavera que nos regala, me permite desvanecerme en las calles del casco viejo, en un conocido anonimato y pasear en busca de su historia compuesta por romanos, musulmanes, judíos y cristianos.

La Zaragoza eternamente ocupada, resistente y vencedora de cada dominación. Hoy desde la libertad y la convivencia alberga el foro de Caesaraugusta a los pies de una catedral cristiana de seis siglos atrás y a pocos metros de “El sueño de razón produce monstruos” de Goya. Un edificio renacentista trocado en lonja de arte. Detrás la Catedral de San Salvador, el Arco de la Casa del Deán me adentra en la Zaragoza medieval y que me invita a callejear descubriendo plazas, bares, tabernas y figones donde los zaragozanos nos reunimos en una cita común.

En las noches de verano es imposible encontrar una mesa libre en sus alegres plazas. En las plazas de Zaragoza, San Felipe, Santa Cruz, Ariño, Santa Marta, San Pedro Nolasco y Magdalena, se establece una cita con la música de un guitarrista en cualquier rincón entre una tapa de guardiacivil y una copa de vino. A partir de las ocho de la noche, cuando cae el sol y la ciudad se vuelve respirable, en cada rincón del casco viejo se llena de mesas con mantel donde las raciones de papas bravas, de calamares, de puntitas con pimientos y madejas corren entre vino, cerveza y sangría; y el bullicio de la gente se entre mezclan con las comandas y una suave brisa de verano.

Es entonces cuando en compañía de amigas y/o amigos se comparten recuerdos de experiencias vidas y sueños por cumplir. Con cada grupo de amigos se comparten temas diferentes: con las “Díaz Bello” casi seguro que no hay noche, que, entre cerveza y risas, no hablemos de literatura, vidas, sueños y recuerdos del bar “Fígaro” y de cómo éramos hace más de veinte años. Con Fernando, Sonia, José Luis y Yoko podemos divagar horas enteras de mil y un temas, pero siempre es un privilegio aprender y compartir con ellos.

Las mañanas del primer domingo de cada mes me encanta ir al rastrillo de la Plaza Las Armas. Perderme en la multitud de puestos de antigüedades, artesanía, libros y ropa usada. Cuando voy con Elena nos vamos parando en casi todos los puestos de decoración, artesanía y sobre todo libros usados. Casi siempre coincidimos con el amigo de algún amigo que nos aconseja entre risas y bromas algún libro que una no se espera encontrar como “Pequeños poemas en prosa” de Charles – Pierre Baudelaire o un libro de Jorge Guillen.

Las tardes de verano con compañeras del círculo de luna nueva. Compartiendo confidencias y risas en la terraza del Rincón de Goya o en la celebración del Círculo de la Luna Nueva. En la celebración del Círculo de la Luna Nueva las mujeres tenemos la posibilidad de compartir con otras mujeres, de conectar con nuestro interior, es el momento de dedicarnos un poco de tiempo y cuidarnos a nosotras mismas. Compartir vivencias e intenciones en torno a un altar creado desde el amor y el cuidado; y siempre desde el respeto y la compresión. Las noches de los domingos con Fina y sus amigos, los conciertos de jazz de la Bóveda que te lleva conocer siempre nuevos intérpretes y nuevos acordes en los temas de Billie Holiday o Louis Armstrong. En un lugar donde podrías pasar horas enteras sin nada más que pensar que en dejarte envolver por la música. Aún me queda un sinfín de lugares que nombrar y que compartir porque Zaragoza no es ni grande ni pequeña, es mi ciudad.

Un comentario en “Zaragoza, mi ciudad, no es ni grande ni pequeña

  1. JORGE DANIEL TESTORI. dijo:

    Es una maravilla Silvia como a través de tus letras pude pasear por las calles de tu Zaragoza, tomar sol en sus terrazas, conocer a su gente y respirar ese aire tan particular donde se mezcla la historia con el presente entra tapas y un buen vino.

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