Viejos disfraces

Viejos disfraces para continuar el espectáculo

Buscó, entre continentes y océanos, de su propia vida y no la supo encontrar. Revolvió su interior, como si fuese un viejo armario, donde guardaba sus viejos disfraces. Aquellos, que le servían para salir de casa sin despertar grandes incógnitas. Aquellos, donde podía aparentar la figura inerte que no era, y que igual tú necesitabas ver, en ella, para seguir encontrándote cómoda. Aquellos, con que todos, le podían ver como alguien a quién acercase de forma calculada para aparentar sin dar y sacar sin hacer. Aquellos disfraces que le servían para vivir en un circo de tres pistas, en la que en ninguna era protagonista del espectáculo.
Cada día tenía que salir a diferentes pistas de su propio circo para continuar un espectáculo con un sin fin de actuaciones, que le ayudaban a pasar desapercibida. Desde el punto de la mañana se convertía en acróbata al saltar de la habitación al baño para que una rápida ducha le devolviese al punto de partida del día, abandonando su letargo para horas más tranquilas. En la cocina como un verdadero mago, entre el tin tin de un cazo y tres tazas, preparaba para desayunar leche con chocolate donde naden nubes de arroz dulce. Entre gritos y canciones infantiles despertaba a sus pequeños, mientras disponía montañas de galletas de cinco en cinco para el recreo de las once que guarda mimosamente entre los bolsillos de las mochilas de Andrea y Tomás. A las siete cuarenta y cinco irrumpía en las habitaciones de sus alegrías y con su mejor sonrisa de titiritero les vestía entre guiños y muecas para comenzar una nueva aventura que sería su nuevo día.
Entre malabares y risas desayunaban los tres a un mismo ritmo, para salir de casa a las ocho y media como verdaderos escapistas, en busca del coche que en un segundo se convierte en hombre bala para llegar al colegio en cinco minutos. Tras dejar a los niños en sus respectivas filas de clase y despedirse de ellos con una abrumada sonrisa, se coloca los zancos y corriendo en una carrera de cincuenta metros en un minuto se introducía como podía en el tranvía en dirección a ocho horas en una oficina.
Si por un descuido de la misma suerte conseguía encontrar asiento, para un trayecto de veinte minutos, se dispone a contemplar plácidamente el tránsito de pasajeros que transitaban delante de sus ojos. Desde su localidad un público errático de payasos, pitonisas y domadores, algunos sonríen, otros no, estaba frente a una recreación de la vida misma. Cada uno es un personaje en su propia vida.
En un momento ella se desvanece en sus propios pensamientos y entiende que no necesitaba trucos de malabares para empuñar su cara libre a los vientos, a los vendavales. No necesitaba señales de ningún tipo para comenzar a vivir su propia vida y no tenía que esperar a nada ni a nadie. De repente dejo de ser un cuerpo vestido con mil disfraces, dejo de ser crisálida para convertirse en mariposa de brillante alas; con las que poder llegar a cualquier lugar donde quisiera llegar.

ESPERANZA LEJANA

Un día desperté y ví
tristeza y soledad
de esa que te hiela el alma
intenté proteger
mi vida, mis sueños
pero ya no estaban
no quedaba nada.

Un temor descontrolado
me susurraba en la noche
no puedo, no puedo
en mi cuerpo desnudo
brotaban raíces de dolor y miedo
en lo mas íntimo de mi alma
quitándome la vida.

En un segundo, de repente,
comprendí que querer no basta
que en mi espíritu surgía una fuerza
una esperanza lejana
que la vida era mas
que no sabía que era
pero que la iba a buscar.

12/09/2012

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