Viajar por el mundo entre bibliotecas

Viajar por el mundo entre bibliotecas

Os imagináis, dejar todo lo que os ata en estos momentos al lugar donde vivís: familia, trabajo, relaciones. A mí me encantaría poder, por tiempo, pongamos un año, visitar las mejores bibliotecas del mundo. Cerrar mi piso y a mi familia, explicarles que me voy a vivir experiencias y que pronto regresare para estar con ellos. Cada día que pasa, estoy más convencida que el propósito de mi vida es vivir mil experiencias para luego aprender a soltarlas, sintiéndome inmensamente llena por haberlas vivido y poder seguir hacia delante con el corazón lleno. Me encantaría recorrer el planeta de este a oeste y de norte a sur, deteniéndome en los lugares donde el hombre ha dejado su saber para compartirlo como si fuera un hermoso regalo, para todo aquél que tenga inquietudes por conocer, por saber y entender sobre cualquier aspecto que el hombre se haya podido cuestionar a lo largo de la historia.
Comenzaría mi viaje visitando la biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, llenándome de todo lo que simboliza el renacimiento. Me imagino entrando en la sala de tapices descubriendo los tesoros de la Casa de Habsburgo y de la Casa Borbón, en la sala de los instrumentos musicales, juegos y diversiones sorprendiéndonos ante el cuarteto Palatino de Stradivarius o en la sala de la Real Armada, entre armas y cañones recordando la frase de José de San Martín “la biblioteca destinada a la educación universal, es más poderosa que nuestros ejércitos” y reconocer que es verdad que en la vida cuanto más te conoces, menos tienes que entrar en guerras para convencer a nadie.
Después de haberme llenado del pensamiento humanista, me dirigía a la isla de Irlanda, donde se encuentra la Biblioteca del Trinity College de Dublín. En ella, me reencuentro con la fusión de la magia de la cultura celta y la religión cristiana, capaz de combinar una cruz cristiana y un símbolo supremo de los druidas como son los trisqueles. Como alegoría de esa unión está el libro de Kells, joya del cristianismo celta. Desde la ciudad de Dublín viajaría al centro de Europa, a la ciudad de Praga (República Checa) donde se encuentra el Clementinum Library Hall. En la novela de Jorge Luis Borges “El milagro secreto”, Jaromir Hladik, soñó que los bibliotecarios del Clementinum buscaban a Dios en los libros de la biblioteca. Y como en un sueño solo busco el reencontrarme con aquello que todos tenemos nuestra vida.
Continúo mi viaje hacia el sur, al continente africano. Mi primera parada sería en la ciudad de Fez en Marruecos y la segunda en Egipto el Monte Sinaí. Visitando la ciudad de Fez descubriría la biblioteca de la Universidad de Qarawiyyin. Fundada por Fátima al-Fihri, más conocida como “Oum al Banine” – la madre de los chicos – y que fue la primera institución de educación superior del mundo. En Egipto, en el Monte Sinaí, la biblioteca más antigua del mundo, construida entre los años 548 y 565, la Biblioteca del Monasterio de Santa Catalina. Entre sus paredes de basalto y sus techos de madera podría maravillarme con miles de manuscritos en griego, árabe, sirio, georgiano y eslavo. Entre libros y tantas culturas diferentes, llegas a comprender que todo está bien, todo tiene un porqué y una lección que nos reserva el universo.
Tras visitar el Monasterio de Santa Catalina, dejaría Egipto, atravesando  el Golfo Arábigo, para llegar a la a la ciudad de Rampur en la India. Allí encontraría el verdadero sentido de una biblioteca, como decía Isaac Asimoy, una biblioteca “no es solo una biblioteca. Es una nave espacial que te llevará a los puntos más lejanos del universo, una máquina del tiempo que te llevará al pasado lejano y al lejano futuro, un maestro que sabe más que ningún ser humano, un amigo que te divertirá y te consolará y sobre todo una salida a una vida mejor, más feliz y más útil”. El lugar donde puedo encontrar respuestas que todavía no me había hecho y la paz que andaba buscando. Atravesando la India, llegaría a la ciudad de Ningbo en China donde se encuentra la Tianyi Pavilion Library. Rodeada de agua y hermosos jardines me recuerda a un paraíso, que como decía, Jorge Luis Borges: “siempre imagine el paraíso como una especie de biblioteca”.
Atravesando el Océano Indico llegaría a Australia, donde visitamos las ciudades de Admont y Sidney. En nuestra primera parada, la Stiftsbibliothek de Admont perteneciente al monasterio benedictino más grande del mundo. Un bello conjunto artístico de estilo barroco tardío que forma la unión de diferentes géneros: arquitectura, frescos, esculturas, escritos y obras impresas, me recuerda a la perfección, a que todo está bien a nuestro alrededor y que solamente tenemos que saber quién somos y seguir nuestro camino. En la ciudad de Sídney, la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur tiene colecciones extraordinarias que documentan el patrimonio de Australia y Oceanía y son uno de los activos más valiosos del Estado. La Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur me recuerda la frase de Ray Bradbury: “Sin bibliotecas, ¿Qué tenemos? Ni pasado ni futuro”.
Desde la ciudad de Sídney, me dirijo hacia el continente americano, la primera parada será la Biblioteca Palafoxiana de Puebla en México, y la segunda, el Real Gabinete Português de Leitura de Río de Janeiro en Brasil. La Biblioteca Palafoxiana se creó a partir de la colección personal del obispo Palafox y Mendoza; el cuál ordenando que pudiera ser consultada por todo aquel que quisiera leer o estudiar. Ese es el motivo por el cual se convirtió en la primera biblioteca pública del continente americano. Me recuerda a la frase de John Steinbeck, que decía: “por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo”.
En Río de Janeiro el Real Gabinete Português de Leitura de Río de Janeiro en Brasil se creó mediante la iniciativa de cuarenta y tres inmigrantes portugueses que decidieron crear una biblioteca para ampliar el conocimiento de sus miembros y dar la oportunidad a los portugueses residentes en la entonces capital del Imperio de ilustrar su espíritu. Doris Lessing decía que “la biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo”. Porque en la vida, como en una biblioteca, nadie te puede decir como la debes vivir y sentir. Si pudiera dejarlo todo, éste sería el viaje más maravilloso que podría hacer o a lo mejor ya lo hice y ahora ya estoy de vuelta, reanudando mi vida de nuevo y descubriendo todo un mundo a mi alrededor.

4 comentarios en “Viajar por el mundo entre bibliotecas

  1. Cristina dijo:

    Precioso Silvia, un viaje de ensueño contado magistralmente. Quizá ya estás de vuelta …y sino elige la que más te atraiga y empieza por allí !!. Un abrazo

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