Todos tenemos lugares especiales donde, tan sólo por el mero hecho de estar en él, nuestro estado anímico y emocional cambia por completo. Para mí ese lugar, donde me encuentro conmigo misma, es frente a una de las esculturas de la serie Unidades – Yunta del escultor aragonés Pablo Serrano, que se encuentra en el “IAACC Pablo Serrano”. Cuando entramos en el “IAACC Pablo Serrano”, súbitamente uno se sumerge en un mundo totalmente diferente, al de nuestras vidas organizadas en miles de obligaciones que nos exigen estar siempre alerta. Cuando subimos a la segunda planta, nuestro hemisferio cerebral derecho se desconecta, nuestra respiración se suaviza y comienza a activarse nuestro sistema nervioso simpático; nuestra energía vital fluye por todo nuestro cuerpo y entramos en el estado idóneo para poder abrazar el mensaje de Pablo Serrano.
Estando frente a su escultura de la serie Unidades – Yunta me envuelve su sentimiento humanista, dos piezas que contemplo en un acogedor silencio, ambas se adaptan íntimamente, se integran en una sola como en un cálido y respetuoso abrazo. Me doy cuenta de la enorme dificultad que tiene el ser humano para comunicarse, siempre nos dejarnos llevar por esa gran pasión que tenemos, qué es la de hablar de nuestras supuestas grandezas sin poner ningún interés en lo que nos pueda contar aquél que tenemos al dado por temor a que nuestros supuestos logros, se conviertan realmente en lo que son, acontecimientos que suceden en nuestras vidas y que intentamos llevarlos de la mejor manera posible al igual que hacen miles de personas cada día.
Y envuelta en una enorme serenidad y alegría recuerdo una tarde que compartí, hace ya casi tres años, con una persona que frente a esta misma obra se abrió, pensando que por fin había llegado el momento, y me dijo que necesitaba compartir conmigo, contarme sus espacios, para poder quedarse hueca de todo lo vivido, para poder llenarse de luz, paz e ilusión y así poder escuchar y aprender de todas las personas que de algún modo le acompañaban en su vida.
Quería vaciarse completamente de la impotencia, la rabia y el dolor, que le producía los comentarios de gentes ignorantes e incapaces de sentir cualquier tipo de compresión hacia cualquier ser humano. Sencillamente quería pensar que eran así y que en realidad no iba nada con ella.
Anhelaba aprender a no enojarse cuando se arriesgaba y perdía. Cometer errores no es malo, aprendemos de ellos. Lo terrible y doloroso es llevárselos a casa y convivir con ellos. Porque tarde o temprano te rompes y luego no tienes fuerzas para reconstruirte.
Estaba comprendiendo que enfadarse sólo le llevaba al dolor y la angustia, por no salir a flote. La vida es sabia e intuía que si se abandonaba confiadamente a todo lo que ella le deparaba todo saldría bien. Me confesaba que tenía miedo y eso era lo que le confundía y le daba inseguridad.
Después de su espontánea y abierta confesión, como no podía ser de otra forma, decidí hablarle del motivo por el cual le entendía perfectamente. Todos pasamos por momentos difíciles, donde después de elegir un camino o haberse destruido toda nuestra concepción de la vida, nos vemos forzados a construirnos un nuevo presente.
Hace tiempo también necesité volver a tener esperanza en misma, y a veces, cuando los astros deciden que es tiempo de ahondar en nuestro interior, todavía la busco. A veces, cada vez por menos tiempo, desaparece la voluntad de seguir adelante y tengo que retornar a estar en mí para reconstruirme regresando al presente y constatando que me manejo perfectamente y me vuelvo a sentir segura. Repentinamente vuelve a resurgir esa mujer que es capaz de no ver dificultad en nada, que si no puede subirse la cremallera del pantalón se pone un hilo para poder subirla; que no se rinde, que disfruta de la vida con una simple sonrisa. Porque la felicidad es eso, una sonrisa en el camino.
Me aseguro que en ese momento se sentía flotar, no encontraba su sitio. El miedo, el pasado y el futuro estaban en su espalda, en su cadera, en su garganta, en su muñeca y en su brazo. Sin embrago había decidido no interpretar, acallar su mente lógica y curiosa, para poder aceptar y recibir todo lo que en la vida le depara.
Daba gracias porque había podido estar conscientemente en el presente y se encontraba bien, por extraño que le pareciera ya no tenía la sensación de estar perdida. El pasado sólo le llevaba al dolor y el futuro a la ansiedad. Ahora, en el presente sólo quería respirar, soltar, aprender y ser capaz de aceptar todo lo que esté por venir. Sabía perfectamente que la vida le iba a poner en su camino a las personas adecuadas, para aprender las enseñanzas que necesitaba, para aceptar todo lo que estuviera por venir.
Me encanta como expresas con palabras las emociones y los sentimientos
Me encantaría que me acompañaras a ver el Pablo Serrano… no lo conozco e iría en este mismo momento leyéndote.