Cuando creemos en nuestro poder como mujeres y pasamos a tener poder personal, nos convertimos en mujeres libres, capaces de aceptar el presente

Mujeres libres

A lo largo de la historia las mujeres siempre han tenido que reivindicar su posición en la sociedad, para conseguir ser valoradas como los hombres en igualdad de condiciones. Las mujeres siempre hemos tenido que luchar contra la mentalidad de los hombres que nos posicionaban en un segundo plano. Hay quién afirma, que el movimiento feminista se comenzó a fraguar en la Revolución Francesa, cuando las mujeres se unieron a los hombres para luchar por sus libertades y derechos, y que posteriormente, la misma revolución había olvidado a las mujeres en sus demandas de libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente en el derecho a la educación y al voto.

En España las mujeres acudieron por primera vez a las urnas, en el marco de la Segunda República, en la elecciones de 1933, pasando las mujeres a tener voz y voto. A la gran sufragista Clara Campoamor, diputada por el Partido Radical, se le impedía ejercer su derecho al voto por ley, ya que no se permitía a las mujeres parlamentarias participar en las votaciones, pero ella, prefirió depositar su voto y perder su escaño. No solamente impulsó el voto femenino, sino que su lucha fue más allá, la igualdad jurídica ante el hombre o el derecho al divorcio son unos de sus grandes logros.

Después vino la lucha por el derecho a la educación superior y a todas las profesiones, a la administración de los bienes conyugales, a compartir la patria potestad de los hijos y por la igualdad de salarios para igual tipo de trabajo.

Las mujeres para conseguir hacernos oír frente a situaciones que vulneraban nuestros derechos siempre hemos utilizado la fuerza, pero la fuerza genera resistencia que a su vez nos obliga a defendernos con más intensidad.

Nos han hecho creer que debemos ser perfectas para ser valoradas por los hombres y buscando esta perfección nos hemos olvidado de cómo somos en realidad. Hemos llegado a pensar que teníamos que dejar de ser sensibles y centrarnos en ser máquinas, para así poder llegar a todo. Nos exigimos estar guapas, ser inteligentes, trabajadoras, llevar la casa al día, cuidar de nuestros hijos y, todo ello, pareciendo que no nos cuesta ningún esfuerzo.

Estamos expuestas a miles de situaciones de violencia, que coartan nuestra libertad, que nos hacen vivir en un estado de indefensión y nos hacen sentirnos vulnerables. Cuando alguien se ríe si hacemos un comentario, no te deja hacer algo que tú deseas hacer, no te deja hablar porque sólo cuenta la opinión de esa persona, eso es violencia. En mi opinión ese tipo de violencia no solamente la ejercen los hombres sobre las mujeres, sino  también, mujeres sobre mujeres y para mi es igual de dolorosa, porque te coarta y te obliga a imponer tu voluntad, para no sentir que desapareces.

Nos esforzamos tanto en llegar a todo, en ser visibles y valoradas, que cuando nos queremos dar cuenta nos hemos convertido en luchadoras ante los elementos. Siempre consideramos que el “otro” debe cambiar y para ello nos involucramos de tal manera, que caemos en el ataque sin mirar a quién. Tenemos que dejar de pretender cambiar al que tenemos al dado y comenzar a creer en nuestro poder como mujeres.

 

Cuando tenemos poder personal dejamos de juzgar a las personas y a nosotras mismas, nos volvemos capaces de conseguir que todo se mueva en el orden correcto y lo aceptamos. Si dejamos de justificarnos, echando la culpa al otro y entramos en coherencia con lo que “yo quiero”, seremos capaces de alejarnos de situaciones que nos hacen daño. Comenzamos a creer que podemos conseguir todo lo que queremos y nos dejamos de juzgar por querer ser felices.

Dejamos de compararnos con los hombres y  aprendemos a darnos a cada uno nuestro sitio y respetarnos sin imponer nuestra voluntad. No queremos ser iguales, queremos ser mujeres libres capaces de sostenernos a nosotras mismas y sentirnos responsables de nuestros actos, sin que nadie pueda dañarnos con tan sólo un comentario. Cuando somos conscientes de nosotras mismas, que somos lo mejor que tenemos, dejamos de exponernos en situaciones donde no estamos cómodas y tomamos las riendas de nuestra vida.

Es entonces cuando podemos elegir libremente unirnos a un hombre, que nos complemente en los aspectos más íntimos de nuestro ser, igual que nosotras a él, formando una pareja sólida y fuerte ante las barreras que nos podamos encontrar a nuestro alrededor.

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