«En la madrugada del 18 de agosto«
En la madrugada del 18 de agosto de 1936 fuiste fusilado, Federico García Lorca, en el golpe de Estado contra la II República. Te acusaron de “socialista, masón y homosexual”, según un informe del 9 de julio de 1965 de la tercera Brigada Regional de Investigación Social de la Jefatura Superior de Policía de Granada. Tales acusaciones estaban fundadas en tu amistad con Fernando de los Ríos, diputado socialista por Granada, la denuncia por tu supuesta pertenencia a una logia masónica y por tu homosexualidad. Estos tres motivos bastaron para quitarte la vida, convirtiéndote en uno de los más grandes de la literatura asesinado a manos del franquismo.
Quién te iba a decir, a ti, Federico García Lorca, que ibas a ser uno de los grandes de la Generación del 27, si en realidad, en 1914 comenzaste las carreras de Filosofía y Letras y de Derecho, al mismo tiempo en la Universidad de Granada por no tener claro cuál iba a ser tu futuro. Pero te rodeaste de jóvenes intelectuales en la tertulia «El Rinconcillo» del café Alameda y de la mano de Martín Domínguez Berrueta, tu profesor de Teoría de la Literatura y de las Artes, descubrirte tu pasión por la escritura. Con él, viajaste por media España, de sur a norte y fue a través de estos viajes como convertirte tus pensamientos en escritos.
Años más tarde en Madrid, la “Residencia de Estudiantes” fue el lugar idóneo donde abrirte a todo un mundo de experiencias, que estimulaban tu capacidad de transformar todo lo que llegaba a ti, en poesía, teatro o prosa. En realidad, en cualquier expresión literaria que sirviera para proclamar a los cuatro viento todo lo que sentías. En el salón de actos de aquella institución, fuiste testigo directo de conferencias de las mentes más privilegiadas de tu tiempo. Conferenciantes de la talla de Einstein, Marie Curie, Howard Carter, Freud o Stravinski hacían que la “Residencia de Estudiantes” estallara en una revolución cultural inusual en nuestro país, que hacia agitar toda concepción del mundo hasta entonces conocido.
Tuviste ocasión de compartir amistad con jóvenes inquietos como tú, tales como Dalí, Buñuel y Pepín Bello, que pasarían a la historia al igual que tú. Os reuníais en las habitaciones para debatir mientras tomabais té y cuando estabais pletóricos de todo lo que estabais viviendo, plasmabais en vuestros escritos, pinturas o composiciones toda la compresión que brotaba de vuestro interior. Entre aquellas paredes no solamente surgió una fuerte amistad, sino una verdadera comunicación entre grandes genios.
Tu obra está llena de simbolismo, generalmente para abordar la muerte, que tan premonitoriamente está presente en todos tus escritos. Símbolos como la luna, el agua, la sangre, el torro, el caballo o las hierbas, que en un contexto oportuno representa la idea de la muerte, aguas estancadas, sangre derramada, …
Viajaste a Nueva York, embarcado en el Olympic —buque hermano del frustado Titanic— a principios de junio de 1929 y llegaste a Nueva York el 26 de junio. Comenzaste una nueva etapa dando clases en la Universidad de Columbia. La ciudad de Nueva York te fascino, descubrirte la economía capitalista y el racismo que había hacia los negro. Para ti, Estados Unidos era —una civilización sin raíces. [Los ingleses] han levantado casas y casas, pero no han ahondado en la tierra— Solías decir.
Todas sus impresiones sobre aquella ciudad y tus premoniciones más íntimas quedaron plasmadas en “Poeta en Nueva York”, que no se publicó hasta cuatro años después de tu muerte. En un fragmento del poema “Fábula y rueda de tres amigos” narraste tu propia muerte.
[…] Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron. […]
¿Cómo puede ser, qué después de 81 años continúes desaparecido? Siempre nos quedará la fuerza de tus poemas, la pasión y el desgarro de “Bodas de sangre”, pero seguiremos estando en deuda contigo, porque te asesinaron de madrugada, junto a otros tres hombres, el maestro Dióscoro Galindo Gonzalez y los banderilleros anarquistas Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas. Fuiste enterado con nocturnidad en “Fuente Grande”, donde se encuentran la gran fosa común del barranco de Víznar. Tus restos se encuentran entre los cuerpos de más de 4.000 víctimas fusiladas en nombre del franquismo. Tu nombre otra vez unido a la tragedia, como en tus poemas.
Quizás, es tú forma de denunciar todo aquel derramamiento de sangre, totalmente injustificado y doloroso. Y quién sabe, igual tus restos no tengan que ser desenterrados, hasta que no se identifiquen, una por una, a todas las personas que fueron asesinadas por tener ideas diferentes a los hombre que en aquel momento tenían los fusiles.