El primer escalón

El primer escalón

Cuando eres consciente de qué músculos tienes que mover primero para mover el brazo izquierdo para beber un poco de agua de una botella de plástico, cuando eres consciente de que tienes que justificar ante cada una de las personas que te rodean lo que quieres, cuando tienes que probar y demostrar que puedes estudiar, trabajar, tener una vida sin que te quiten ningún derecho ni ningún deber. Cuando le tienes que demostrar a un hombre que eres una mujer igual que otra, una mujer que no se debe ni se tiene porqué esconder de ser como es.
Cuando eso pasa demasiadas veces, durante demasiado tiempo, entonces sucede una gran contradicción, y es que de repente te centras tanto en demostrar que puedes levantar el brazo, de demostrar a las personas que te rodean que lo que quieres no es una locura, que puedes estudiar, trabajar y tener una vida con todos los derechos y deberes, que eres una mujer igual que otra; entonces pasa que te olvidas del esfuerzo que pones en todo, te olvidas de cuidarte. Pierdes la preceptiva de quién eres, para ti sólo cuenta el exterior, en subir el siguiente escalón, para así ser reconocida.
Cuando eres consciente de que no todos tenemos la oportunidad de conseguir avanzar, porque cada escalón es un desnivel, una desigualdad que se impone como barrera e impide la libertad de alguien, sean pocos o muchos los que lo consigan o los que no lleguen nunca, aun te vuelves más terca, más obsesiva. Porque sabes que si bajas el nivel de exigencia puede que nunca llegues. Porque en esta jungla que es la vida solo vence el que sube todos los peldaños, porque no vale tomar atajos, rampas o desvíos. Sabes que si en algún momento eres benevolente contigo misma, te harán repetir la prueba y saldrás del juego.
Para seguir dentro del camino que te lleva a alcanzar la meta, la valoración, el reconocimiento, la aprobación de aquellos que se proclaman jueces y dueños de tu vida y tus deseos; tienes que dejar atrás tus sentimientos y tus necesidades. Recogerlos en una maraña de emociones y guardarlas detrás de tus intestinos. Contrayéndote, quitándote todo espacio de reacción, llenándote de control y de miedos. Cada cosa que te sucede, tiene una reacción inmediata en tus instintos más básicos, miedo, dolor, ira, libídine y te pierdes. Dejas de ser tú y no te encuentras. Buscas y buscas y ya no eres tú, te has evaporado. Estás al filo del precipicio, al más mínimo error, al más mínimo movimiento puedes desaparecer, dejar de existir. O a lo mejor no, porque en realidad tú sabes que ya no existes, ya no eres tú.
En realidad eres una mujer en silla de ruedas con una máscara blanca, que un sinfín de acontecimientos y circunstancias te han ido creando capa a capa, cada vez más adherida a tu piel, cada vez más profunda. Vives la vida como un autómata, has dejado ser tú, solo estás en un espacio y tiempo. No muestras alegría ni ganas de vivir, te dejas llevar por el trascurso de los acontecimientos y solo deseas que el tiempo pase.
De repente tu necesidad de supervivencia te empuja a experimentar una profunda y sanadora liberación de todo tipo de ataduras mentales y energéticas. Como guiada por la diosa Kalí, diosa de libertad, comienzas a trasformar cada escalón, cada piedra, cada escollo que te encuentras en un puente de unión, en una rampa que te muestre la igualdad entre individuos. Para que eso suceda debes desmoronarte, reconocer que estás cansada, que ya no te importa si pierdes todo, que ya no quieres seguir luchando una guerra sin tregua. Aceptas que eres lo que eres una persona con demasiadas limitaciones y que sobre el papel está escrito que “no puedes” pero que en realidad no hay un solo día que no lo consigas. Qué en realidad no va a parar nunca de demostrarlo, que no te importa los informes médicos ni no aparecer en una lista. Porqué en realidad tú sabes que puedes, porque después de la aceptación viene el reconocimiento, el más importante y el único que importa, tú propio reconocimiento.
El primer escalón que debes subir es el de aceptar que naciste con mucho dolor y lo honras. Aceptar que por medio del esfuerzo constante de pujar y pujar con todas tus fuerzas, eres capaz de generar vida, que eres una maestra de liberar energía y que si te aceptas y te reconoces cómo tal, esa vida se transforma en espacio de alegría y mil colores.
En el camino de reconocer que la voluntad propia es importante y que es necesario aceptarla y acogerla desde la libertad y el amor más profundo; aceptas que esa energía es capaz de resonar en otras voluntades y de esa manera, en conjunto, la vida de los individuos y de la sociedad misma se armoniza, las barreras se suavizan hasta desaparecer y de esos dolores nace una vida más plena y equitativa, el deber y el derecho se amalgaman y cada experiencia suma, cada negativa te ha ayudado a ser tú, cada dolor sana y cada rechazo te ha demostrado que tú valías y mucho, porque en tu rebeldía siempre has podido llegar más lejos y más fuerte.

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